viernes, 24 de junio de 2011

TRAS LAS HUELLAS DEL LOBO


No hace muchos días, concretamente a finales de Mayo, salí al monte para, primeramente, disfrutar de los parajes maravillosos que tenemos el privilegio de tener en nuestra peninsula ibérica, y segundo para intentar conseguir alguna foto de un animal muy emblemático, maltratado, despreciados, temido, y a la vez, bello, astuto respetado, nuestro lobo ibérico (canis lupus signatus).
Me desplacé a Zamora, a la sierra de la culebra, donde se concentra una de las mayores densidades de lobo de la Europa occidental. El paraje es excelente, ya solo por pasear por esos montes, merece la pena el esfuerzo, porque para intentar, y digo intentar, avistar a mi querido lobo, hay que tener, lo primero suerte, mucha suerte, y lo segundo astucia para que él no te localice primero y todo se vaya al traste, y eso es hartamente difícil.
Me dirigí a una zona que, anteriormente, ya tenía
vista, una zona con huellas y excrementos y por la que, previsiblemente, el lobo, en algún momento del día o de la noche, pasaría, y la idea era montar un escondite en una zona donde el ángulo de visión permitiese coger una amplia zona de camino.
Así lo hice y me fuí a inspeccionar otras zonas para volver al día siguiente muy temprano y, haciendo el menor ruido posible, introducirme dentro del hide y montar cámara y trípode.
Tengo que decir que me dormí y no madrugué tanto como yo quería. Me desperté con el alba, - demasiada luz, yo quería haber llegado con la oscuridad - mientras me vestí y me trasladé hacia el escondite, el sol iluminaba demasiado todas mis esperanzas de avistamiento. No obstante, llevé el plan adelante y, justamente, cuando empezaba a montar trípode y cámara, unas motosierras empezaron a ofrecerme un concierto no apto para mis oidos. Las brigadas forestales estaban haciendo una limpieza exhausta del monte para la prevención de incendios forestales. Muy bien, pero........
- Todos mis planes al traste, ¡qué mala suerte, joder!
Estuve un rato intentando aclarar mis ideas hasta que decidí desmontar todo el campamento.
Me dirigí hacia el coche y me trasladé a otra zona que hacía tiempo que quería investigar. Aparqué el coche en una zona sombría y me dirigí, entre unos pinos, hacia el interior del bosque.
La sensación es verdaderamente excitante, porque verdaderamente sientes que estas en tierra de lobos, aunque no los veas, lo sabes, están ahí, porque el guión lo dice. Es un paraje de película, en la que tú y el lobo sois los protagonistas.
Después de esta "pirada de pinza" continuo.
Me dirigí, rumbo NE, hacia una zona en la que me habían dicho, gente del lugar, que había un cebadero donde se los podía observar.
La sensación, según iban pasando los minutos, era de deslocalización, nada indicaba que yo estaba donde estaba. Ni una huella, ni un excremento, ni una trocha. Me llamaron mucho la atención estos signos porque, en ninguna de las veces que he estado pateando por esa zona he visto tanta falta de indicios de fauna, ya no digo solamente de lobo.
Continué la marcha, ya entrada la mañana con bastante calor hasta que llegué a un cruce de caminos en el que detecté unas huellas (primera foto), que se dirigian hacia una trocha bastante marcada. Es posible que sea un paso de lobos para trasladarse de una vertiente a otra del monte. Estoy seguro, en un % elevado, que la huella es de lobo. Esa forma puntiaguda y compacta, me hace pensar que es así.
Me senté en una umbría entre matorrales para descansar y a la vez estar un rato observando la zona de paso, por si sonaban las campanas.
Como era de preveer, no sonaron, y continué la marcha en busca de nuevas zonas de observación.
El calor y la falta de agua, empezaron ha hacer mella en mis fuerzas y tomé la decisión de volver hacia el coche. La marcha había sido larga.
Comí y bebí un poco y decidí dirigirme hacia un embalse próximo al lugar donde me encontraba para darme un baño merecido. Durante el baño, en el horizonte se empezó a preparar una tormenta bastante fuerte, o sea un tormentón, con muchísimos rayos y tomé la decisión de volver a casa. Pude comprobar, durante el camino de vuelta, que verdaderamente la tormenta era fuerte. No había sido la escapada pensada, muchos inconvenientes y trabas, pero siempre es un placer desplazarme a esta zona e intentar ser una pieza más de la naturaleza.
Sigo insistiendo en que es muy raro esta falta de signos de animales en un paraje tan salvaje como es este. Siempre se te cruza algun ciervo o corza, encuentras excrementos y huellas, trochas, ramas rotas,............ No sé. Esperare a la próxima escapada para decantarme hacia una idea u otra.
Hasta el próximo relato.

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